Quiero empezar mi psicoanálisis

domingo, 3 de mayo de 2020

Rebeldes "sin causa" (consciente)

          
          Hablábamos el viernes pasado en la conferencia de la interpretación de los sueños (próximamente se subirá el vídeo) de un mecanismo principal, como es el desplazamiento, similar a la metonimia en el lenguaje: Designar un concepto con el nombre de otro, sirviéndose de alguna relación existente entre ambas. En la psique lo tomamos como el acto de quitar la valencia psíquica de una representación para transferirlo a otra de valencia inferior, distinta, neutra o contraria. 

          Siempre hacemos hincapié en que este y otros procesos de la psique que analizamos en los sueños son operaciones de la psique que abarcan también la vigilia (Ver: Conferencia de la interpretación de los sueños: ¿Son tan diferentes de la vigilia?)

          En las fobias, los síntomas y la conducta veremos continuamente este hacer. En la fobia, trasladando el miedo del objeto temido al objeto fóbico. En lo psicosomático posando la representación psíquica en el cuerpo con un dolor, un eccema, contractura, etc. En la obsesión poniéndolo en una idea: El orden por ejemplo, parece ser de golpe lo más importante y es porque ha adquirido la valencia de un pensamiento más angustioso, por ejemplo el miedo a la muerte y a la castración en el imperativo de que nada cambie, de que nada se desordene.

                    Hoy lo vamos a ver en una actitud/conducta que todos conocemos: Un tipo de rebelde que pareciera que no le importa el objeto, que nada le vale y que lo que se observa es una necesidad de rebelarse. Algo parecido vimos en: Gozando de la queja.

          En este caso, para separarlo de las grandes causas o pequeñas grandes causas vemos que esta rebeldía se desprende del objetivo y del objeto. No importa si es la policía, las injusticias, los profesores, los jefes, o los amigos que le dicen algo que no le gusta, ampliando así la cadena de significantes y arremetiendo contra cualquiera. 
 
          Nos daremos cuenta pronto que no cualquiera vale, aunque sí muchos (objeto). Algo entonces tendrán en común los receptores de su ataque, ya sea físico, discursivo, discursivo a terceros o incluso en la fantasía. 

          Desde el psicoanálisis sabemos que todo en la psique cumple una función que se compromete con ésta a la satisfacción. Da igual que sea maltratar, ser maltratado, drogarse, amar, sexo, saber... podríamos decir que si no satisface en algún punto, no sirve. Por lo tanto tenemos que decir que el impacto en el blanco del "opresor" implica necesariamente una descarga de la tensión psíquica en forma de satisfacción/placer/evitación de displacer en el rebelado. Esto explicaría la facilidad de intercambio de objetos y si apuramos un poco más, lo que tendrán en común, que deberá ser algo que les haga merecedores destinatarios de esta exigencia de satisfacción. Jugando con estas palabras podríamos decir que cuando se exigía una satisfacción que derivaba en un duelo, sólo podría ser contra el adversario con el que se tenía la disputa. No serviría a tal otra persona, sólo en casos en que alguien sustituyera al contrincante pero como un representante de él. Así, por asociación, podría ser un compañero, amigo, familiar, que de alguna forma se hacía cargo de su deuda y que por hilo asociativo tuviesen algo que ver con el original: Te desafío a tí o a lo que te representa.

          En este caso que nos ocupa, veremos algo parecido pero por un camino diferente, no el de la sangre, parentesco, amistad sino por la posición que ocupa el otro (Otro) en el contexto y frente al oprimido. Diremos entonces lo obvio, que la condición para que se rebelen contra alguien es que tenga una posición que lo facilite. No se puede rebelar uno contra lo inferior. Aclarar que esto depende subjetivamente de la mirada de ese "inferior", alguien puede sentir que quien le vende el pan o le atiende en la ventanilla del banco es una persona poderosa representante de un sistema perverso que malintencionadamente trata de someterle.

          ¿Cuál es originariamente la posición del oprimido y opresor que determina nuestra vida y nuestra socialización? En la infancia el desvalimiento sentido es proporcional al miedo que puede llegar a tenerse a las figuras de autoridad: Padres, que con su fiereza pueden castigar, reprender y que ponen los límites de la realidad y del mundo exterior. De hecho es sinónimo de adolescencia esto de rebelarse hacia lo que tira de uno a la endogamia familiar para poder, en oposición, salir al mundo y construir lo propio. Como yo digo, si un adolescente no se rebela contra los padres (hay grados, claro) algo raro pasa. No renunciarán los padres a su objeto sin oponer resistencia y no es casualidad que el adolescente no sólo se rebele contra los padres sino con el resto de figuras de autoridad (por asociación).

          No nos equivocamos entonces si sospechamos que el adulto rebelde se mantiene colocado en una posición infantil y lucha contra las figuras de la realidad que le someten: policía, pareja, políticos, jefes, obteniendo satisfacción del acto en sí y no del propósito que conscientemente se vende. A tal punto, veríamos sufrir a nuestro contendiente si se agotasen las figuras a las que redirigir su ira, porque eso que no puede descargar sobre el otro le volvería a él mismo con su correspondiente sintomática y/o angustia. Por esta misma razón nunca veremos a estos sujetos ocupar ellos mismos posiciones de poder, intolerable para ellos, como los que vienen a nuestras conferencias a atacar dialécticamente "desde abajo" contradiciendo cualquiera de nuestras tesis pero nunca atreviéndose bajo ningún concepto a subirse al púlpito. Sólo podrían ostentar una posición de poder o cualquiera que implique una exposición similar, jugándose su narcisismo, identificándose con ese que tanto odia, olvidándose de aquellos tiempos donde ostentaba la espada que defendía a los pobres, la causa de los oprimidos y el juicio férreo contra las injusticias. Es que el yo consciente sólo puede ser hipócrita en este sentido.

          Lo consciente justifica lo inconsciente. Y desde el inconsciente el ello presiona por no someterse al trauma originario, la castración. Para que se entienda, es la realidad que nos castra porque nos pone límites y es un choque contra nuestras fantasías infantiles de omnipotencia, de completud y de satisfacción total. Por eso mantenemos este conflicto con la misma, que dura toda la vida con los mecanismos de que dispongamos manejando esto como podamos. En el caso del rebelde, desplazando esta lucha contra la realidad en estas contiendas que, por desplazamiento heredan el odio de la primera, "al padre", figura que ahora es la interiorizada. Ya no es el padre real y eso que no pudo tramitar con él o con la figura que lo encarnó le condenó a trasladar la lucha fuera. Habrá que ver porqué lo protege.

          Vemos en el transcurso de un análisis como tirando hacia atrás de este hilo de representaciones que nos lleva del objeto actual de valencia ajena investida al originario al que se le rebajó su intenensidad, algo se tramita, de forma que el sujeto, cuya personalidad no tiene que dejar de abogar por determinadas causas pero desde una posición adulta, puede construir algo en la realidad, que nos pone en falta pero que nos permite también, en base a esto, tener una vida más libre, haciendo consciente lo inconsciente.

          El rebelde sin causa nos revela en su actuar que el opresor no está en el exterior sino dentro de él. En su inconsciente.

Luis Martínez de Prado.

Psicólogo / Psicoanalista / Formador.



Director de: www.psicocatedra.es



Consulta: 34 686 77 41 39 / psicodinamika@gmail.com



Skype: psicodinamika / www.psicodinamika.blogspot.com



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