Quiero empezar mi psicoanálisis

lunes, 21 de marzo de 2016

Desconectar para no desconectarse

          
          
Fuente: www.decrecimiento.info



Fuente: www.kaosenlared.com
                                                  
                                                         "Una cosa es trabajar para realizarse y otra cosa trabajar para enajenarse. Realizarse habla del deseo de uno y su compromiso con él, enajenarse tiene más que ver generalmente con quedarse enganchado al deseo del Otro y perderse el propio..."

          Hay dos imperativos principales en esta época denominada según por quien por varios términos: neoliberalismo, postmodernismo, neocapitalismo, postcapitalismo, etc, capitalismo al fin y al cabo. Estos dos imperativos son: Uno el de producir; producir sin parar, sin enfermar (y ante la enfermedad la infiltración de las drogas), alterando ritmos de sueño y alimentación -es más importante producir que comer, dormir, estar con la familia, etc...- como si dejásemos de ser sujetos para ser máquinas, robots (para mí sinónimo de zombies), qué casualidad que la concepción de la psique ha ido evolucionando paralelamente de sujetos a objetos, sólo que no es casualidad sino que el capitalismo también se apropió de las corrientes de pensamiento, se las comió como hace con los sujetos. Sería como la época en la que: "El sujeto (lo subjetivo) ha muerto", o eso se intenta.

          Esto implica, entre otras cosas que uno es esclavo de esa producción, es decir, es esclavo del Otro, al que le entrega todo, mejor dicho, al que se entrega. Vemos en las consultas muchos sujetos que están alienados al Otro, enajenados con su trabajo, que además no responde a su deseo, lo que conlleva los síntomas y la angustia, personas que usan el trabajo como una droga, o para no encarar una vida (luego llegan las angustias tras la jubilación donde el sujeto no tiene una vida que recuperar y se encuentra con el vacío). 

          Sujetos tan llenos del Otro que no se sabe donde empiezan ellos y donde termina el Otro. En muchos casos personas que nunca se preguntaron: "¿Qué quiero yo?", y que cuando se lo preguntamos en terapia no saben qué decir e incluso te responden: "¿Y qué hago?", como si por no poder reclamar-se solo pudieran reclamar, a malas, un amo mejor. Lo verdaderamente perfeccionado de este mecanismo es que el sujeto vive tan enajenado que no le da tiempo ni a pensar -y hay toda una amplia variedad de herramientas para no pensar- en que es un esclavo que vive más preguntandose qué quiere(n) el amo(s) que qué quiere él.

          Hay quien estará pensando: "Bueno, pero yo, fuera del trabajo hago mi vida, veo a mi familia, voy al gimnasio, me voy de vacaciones". Y no digo que no, pero esto me da pie a hablar del segundo imperativo: Consumir. No iba a ser todo producir, ¿producir para quién? Para uno mismo, para uno, multuplicado por todos los demás, porque quien no consume se queda fuera del rebaño. Se promueve la utilización de una serie de productos y marcas si quieres pertenecer a según que grupo. Incluso consumimos a las personas tomándolas como objetos, si no tienes relaciones sexuales cada fin de semana con una persona distinta serás "el pringao" en según que grupos, y para conseguir eso debes ir al gimnasio y ajustarte a determinado canon de belleza, comprarte ropa de determinada marca. el coche del ligón, la colonia del triunfador, el desodorante que atrae a todas las mujeres (todos sabemos cuál es), quitarte la celulitis, el mejor maquillaje, el pelo... El imperativo de consumir nos induce hasta cómo debemos ser y cuándo y cómo debemos vincularnos con el otro sexo o con el mismo. Y mientras consumimos nos consumimos y tenemos que producir más y más para pagar las deudas de aquello que ya hemos consumido mientras compramos lo nuevo, sin darnos cuenta que entre compra y compra nos hemos vendido al Otro, como aquel vendió su alma al diablo. 

          Incluso se nos intenta inculcar cuándo y dónde debemos ir de vacaciones, los atascos de éstas épocas nos lo muestran. vemos mucha gente que hasta los viajes los realiza enajenado, hay que ir a tal lugar, hacer tantas fotos, ver TODO esto... Todos igual, las mismas fechas, los mismos sitios, creyéndose, como me dijo una vez un profesor, cosmopolitas, cuando en realidad están siendo cosmopaletos. Para vivir un lugar nuevo hay que tener tiempo de verlo, no de programas, planificarse sí, pero con la flexibilidad que requiere el explorar algo nuevo, un lugar donde uno no sabe qué se va a encontrar, que va a sentir. Quizá, ahora que se abre un periodo vacacionel es un buen momento para replantearse, o no, ese viaje que uno comienza.

Fuente: www.mundomotoronline.blogspot.com
 
          Por supuesto no digo que esto sea lo que hacen todos, pero sí que es algo generalizado en la masa, y lo triste es que se convierte en otro medio más, y muy caro, para seguir enajenado, para no tener la oportunidad de reflexionar, de hacer una pausa, de mirar hacia atrás y de pensar qué es lo que uno quiere, cuál es su deseo o si es esta la vida que quiere seguir manteniendo. Justamente un viaje o unas vacaciones deberían servir para esto, no para coger fuerzas para hacer más llevadera esa vida de la que uno no se siente ni dueño. Se trata de desconectar, pero desconectar de verdad, desconectarse del Otro para conectar con uno mismo.

          Todo esto que describimos se refleja en las caras de la gente por las mañanas en el metro o en el autobús, o en la pereza que le da a muchos hacer algo por ellos, reflexionar, reflexionarse, explorarse, preguntarse si quiera por qué sufren. Los síntomas me recuerdan mucho a la neurastenia de la que hablaba Freud en sus publicaciones prepsicoanalíticas.

          Una cosa es trabajar para realizarse y otra cosa trabajar para enajenarse. Realizarse habla del deseo de uno y su compromiso con él, enajenarse tiene más que ver generalmente con quedarse enganchado al deseo del Otro y perderse el propio, transfiriendo la responsabilidad de "quién soy" al jefe, dueño, etc. El problema de eso es que cuando el Otro deja de decirle quién es (por ejemplo un despido), la persona no sabe de su identidad que entregó, cayendo en depresión por no verse reflejado en los ojos del amo. Desesperado, clamará por encontrar otro amo a quien anudarse y entregarle la vida por una identidad.

          El esclavo, de esta forma, en la era actual sigue siendo esclavo, solo que no lo sabe porque las cadenas ahora son de Dior.

Sobre amos y esclavos se puede ver: "La antilibertad: Renuncia, Entrega, ReclAmo." 

Luis Martínez de Prado.
Psicólogo - Psicoanalista.
Consulta:  (+34) 686 77 41 39 - psicodinamika@gmail.com
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www.psicodinamika.blogspot.com

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