Quiero empezar mi psicoanálisis

domingo, 2 de agosto de 2015

LA ANGUSTIA DEL NOMBRE I: La necesidad de nombrar





El lenguaje es lo que nos diferencia de los animales. En algún momento el hombre se hizo hombre ante la imposibilidad de satisfacerse plenamente. Se dio cuenta de que necesitaba del otro, lo necesitaba para conseguir comida, objetos, para sobrevivir, etc… Y necesitó inventar el lenguaje para poder socializar e insertarse en una cultura creada simultáneamente con este lenguaje. Un lenguaje que miente, o mejor dicho, que dice lo que puede, decía que lo inventó ante la no satisfacción para satisfacerse algo, ese resto que queda entre lo que el sujeto quiere (satisfacerse plenamente) hasta lo que puede decir (no puede decir, lo que quiero es acostarme con todos/as, quedarme toda la comida, que se vaya quien me molesta, o que muera para que no me moleste más porque la cultura no lo aceptaría) es lo que forma el inconsciente, es donde todos empezamos a ser neuróticos, sería como estar enfermos de insatisfacción, y esta enfermedad la padece el ser humano social. Por eso el sujeto habla de lo que no es, porque lo que es no lo puede decir, se apila en un no saber, que es un saber inconsciente construido en el lenguaje no dicho. Desde esta perspectiva yo diría que el hombre negocia con el Otro-cultura su porcentaje de satisfacción.

Entonces si decimos que nos insertamos en la cultura a través del lenguaje, podemos decir que la cultura nos acoge/acepta/atrapa/quiere  a través del lenguaje. Esto lo hace desde antes de que seamos siquiera concebidos, cuando piensan un nombre para un hijo futuro, ese sujeto no nacido ya está siendo conocido, nombrado, fantaseado, ya está en el campo del lenguaje, ya se abre un hueco para él en el ecosistema cultural, y se le va a empujar a que cumpla esa fantasía (a que haga propia la fantasía del otro). Es lo mismo que decir que está siendo deseado, y lo está siendo en el momento en que es nombrado, hablado. Y es que el inconsciente se estructura, como sabemos, como un lenguaje, y el deseo desea a través del mismo. Así que hablábamos al principio justamente de que el hombre necesitó hablarle al otro para sobrevivir, y nunca mejor dicho: en los experimentos que se hicieron con recién nacidos a los que se proveyó de los cuidados básicos pero no se les habló se produjo la trágica muerte de los bebés. De este modo podemos decir que necesitamos ser deseados, queridos, hablados, y todo esto por medio del lenguaje, aun diciendo lo que no es a quien no es.

Y a través de este lenguaje estructuramos nuestro mundo, en base a nombres, esquemas y clasificaciones. Y es que estos enrevesados párrafos anteriores venían a introducirnos sobre la importancia de poder nombrar, de darle un significado a los significantes. Porque lo que no se puede nombrar, lo desconocido, angustia. Cuando lo podemos nombrar sentimos que lo conocemos, porque lo podemos manejar y clasificar en nuestro mundo, atraparlo y colocarlo en nuestra realidad, aunque lo que sucede es paradójicamente lo contrario, en el momento que lo nombro mediante el lenguaje (que dice lo que no es), lo estoy desproveyendo de su esencia, de lo que es, en el instante en que digo árbol, ya me estoy olvidando de sus compuestos, su formación, lo que tiene y lo que no, lo estoy clasificando dentro de árboles, incluyéndolo en una categoría de objetos que entendemos parecidos pero que puede haber un mundo de uno a otro. Es decir, que al hablarlo, lo delimitamos, lo limitamos y lo encajamos en nuestro mundo, pierde su sentido, su real para dotarse del nuestro. Pensemos por ejemplo en eso que he dicho de limitar, y apliquémoslo a personas, por ejemplo cuando a una persona con una discapacidad  se le llama “minusválido”, se estaría diciendo que es menos válido, ¿acaso eso es así? , ¿menos válido en general? Un término más adecuado seguramente sería “discapacitado”, que tiene una discapacidad, pero que puede ser, en según qué, mucho más válido que otro que no la tiene, en el mundo laboral actual se puede ver esto, y también ,como muchas personas que trabajan con ellos dicen, se ve en su capacidad de ser feliz. Aunque discapacidades tenemos todos, con lo que ese término una vez más, estaría queriendo nombrar, incluir lo que no es. Pero hablamos como podemos, no podríamos nombrar todo lo que compete a un árbol o a una persona cada vez que hablamos, eso es evidente.

Pero aludiendo al título del escrito, la angustia del nombre esconde algo más oscuro que lo dicho hasta ahora, esconde lo que soy, lo que es el otro, y dónde estamos colocados en la realidad. Volviendo al ejemplo anterior, cuando digo discapacitado, estoy diciendo que otro es discapacitado y que yo no lo soy, yo no pertenezco a esa categoría, cuando se dice que el otro está enfermo, es psicótico o está loco, uno siente que se queda “a salvo”, fuera de eso. Dándonos o no cuenta, esto siempre está operando en la vida cotidiana, en el accidente de Germanwings de hace unos meses por ejemplo, en seguida muchos se apresuraron a decir que estaba “loco”, otros que estaba “enfermo”, lo curioso es que hoy en día los psicólogos aún debatimos sobre qué es la locura… pero la angustia pedía un nombre, una clasificación, y dejarnos afuera de ella, “claro, lo hizo porque estaba loco”, esta frase no es inocente, de ella se deriva que el que no está loco no va a estrellar un avión, osea que quien lo dice no sería capaz de hacerlo ( de esta forma amortigua el empuje de su propia pulsión de muerte, sus peores deseos quedan tapados; se escapan sin embargo cuando ve la primera escena de la película Relatos salvajes, porque aquí de alguna forma se puede identificar con el personaje que lleva a cabo su venganza, es decir, es aceptado por la cultura), pero también estaría diciendo que como los locos son un porcentaje muy bajo de la población total, las probabilidades de que eso pase son ínfimas, de nuevo me pongo a salvo, esta vez, de la posibilidad de que se estrelle un avión en el que yo viaje.

Así que como vemos, el hecho de nombrar entraña más de lo que parece, ya los filósofos antiguos ante la angustia existencial necesitaron nombrar lo que no alcanzaban a vislumbrar mediante la empíria, ordenando el universo de forma que lo pudiesen encajar y manejar con su entendimiento. Y es que el humano, ya sea desde la ciencia, la religión, la creencia o el delirio se construye a través de lo que puede ir nombrando, de la palabra, del lenguaje, luchando contra la angustia y la crisis existencial.

Después de esta aproximación, retomaremos el tema en un próximo escrito pensando esta angustia y esta necesidad de nombrar aplicándolo al diagnóstico y a los test en la psicología actual y a la forma de tratar.

Luis Martínez de Prado.
Psicólogo – Psicoanalista.

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