En la clínica psicoanalítica nos
topamos todos los días con la represión en el dispositivo analítico. Cada paciente manifiesta en algún momento
esta represión como impedimento para poder avanzar en su análisis. Esto mismo
fue para Freud uno de sus primeros descubrimientos con los pacientes. Esta
represión, es manejada hoy en día como mecanismo de defensa la cual nunca es
completa, es el acto más importante pero fallido que hace el sujeto. La
represión no es absoluta, el Yo hace un gran esfuerzo por tener bajo control el
deseo y por eso entre más Yo, menos sujeto del deseo, el Yo es pura imagen,
imágenes del Otro (estadio del espejo) el Yo al defenderse de este deseo
intenta ocultar su falta, esta falta estructural que el yo trata de saturar por
medio de la represión.
Elizabeth Roudinesco nos da una
definición de Represión en su diccionario de Psicoanálisis: “En el lenguaje corriente, la palabra
represión designa la acción de hacer retroceder, rechazar o repeler a alguien o
algo”. También nos menciona que en Francia se utiliza la palabra cuando se le
niega el acceso a un país o a un recinto particular.
Tenemos entonces el retroceso
(regreso), rechazo de algo o alguien, así como la negación a entrar a algún
lugar. En este caso la consciencia (yo) juega el papel de mediador. Freud nos
dice que la represión es el proceso que apunta a mantener en el inconsciente todas
las ideas y representaciones ligadas a pulsiones cuya realización generan
placer y estas afectarían el equilibrio del funcionamiento psicológico del
individuo al convertirse en fuente de displacer, ya que éstas no son aceptadas
por el psiquismo consciente. Freud nos dice que la represión es el pilar sobre
el que se basa el edificio del psicoanálisis y se da como resultado en un
trabajo psicoanalítico. Esto es lo que se presenta en cada sujeto que vive la
experiencia analítica, de formas diversas podemos vivirla y percibirla en los
pacientes.
¨Nuestra compresión consciente se
apartan del recuerdo. Esto es lo que uno llama represión” (Freud) y la
represión se hace sobre las representaciones, imágenes o ideas que aunque
reprimidas, siguen activas en la forma de brotes pronto
a retornar conscientes.
Freud distingue tres tiempos
constitutivos de la represión:
1.- La represión propiamente dicha o
represión de la posteridad.
2.- La represión originaria.
3.- El retorno de lo reprimido en las
formaciones del inconsciente.
¿Qué es entonces lo que reprimimos y
por qué?
“Aprendemos entonces que la
satisfacción de la pulsión sometida a la represión; será sin duda posible y
siempre placentera en sí misma, pero sería inconciliable con otras exigencias y
designios. Por tanto, produciría placer en un lugar y displacer en otro.
Tenemos así, que la condición para la
represión es que el motivo de displacer cobre un poder mayor que el placer de
la satisfacción”. (Freud, la represión 1915).
Con esto podemos explicar en clínica,
la forma como los pacientes van dejando de lado un deseo placentero que tiene
que ser reprimido y más aún olvidado,
resultando un síntoma repetitivo (e intolerable) que intenta en cada
repetición solucionar ese problema o acto que la hace sufrir; cito un caso:
Paciente de 26 años, tiene 4 hijos y es estudiante de psicología. Se presenta
en el consultorio por sentir no poder con su vida, hay confusión en la forma de
alejarse de su actual marido, el cual la golpea; la maltrata física y
verbalmente. Él ha pedido el divorcio y ha
abandonado la casa. Ella lo único que sabe es “que no puede vivir sin
él”; su pareja anterior, la maltrató de igual forma y la relación terminó
solamente hasta que apareció el actual marido, quien lleva la violencia hacia
todos los miembros de la familia de forma similar al anterior. Vemos así, como
la represión ha hecho su labor, el displacer ha cobrado un poder mayor que el
placer de satisfacción.
La negación de este trauma vivido con
sus parejas anteriores es lo que realmente está afectándola, su forma de
recordarlo, no tanto la realidad; sino la forma en que estructuró esas
representaciones. De modo que, por medio de la negación y del olvido, hace como
si no hubiera pasado y vivido nada de esa violencia, y la justifica. Su
mecanismo de represión, separa la carga de afecto de la representación,
incubada o fijada en el inconsciente
Pero, ¿por qué reprimimos?
Dije al inicio que hay una primera
fase de la represión que consiste en que a la agencia representante psíquica de
la pulsión se le deniega la admisión en lo consciente, así se establece una
fijación, al impedir su paso. De esta forma la representación queda inmutable y
la pulsión ligada a ella, se reprime, tomando, así, el nombre de reprimido
primordial (Freud, La represión, 1915).
“Con facilidad olvidamos que la
represión no impide a la agencia representante de pulsión seguir existiendo en
lo inconsciente, continuar organizándose, formar retoños y anudar conexiones.
En realidad la represión solo perturba el vínculo con un sistema psíquico: el
de lo consciente” (Freud, La represión, 1915). Y esto lo vemos denegando la
satisfacción y creando por ello fantasías, ya que estos representantes
reprimidos se desfiguran adoptando diferentes formas que permiten su salida a
la consciencia.
Esto es lo que intentamos en la
clínica con cada paciente, invitarlo, conducir en el análisis a la producción
de esos retoños de lo reprimido que gracias a su distanciamiento y por la
desfiguración que ha sufrido podemos
verlos en la consciencia librando la censura, establecemos (hacemos)
así una interpretación. Vemos entonces como el paciente habla y habla
hasta tropezar con algo que lo vincula con lo reprimido y se le presenta tan
intensamente que se ve forzado a repetir su intento de represión.
Nos damos cuenta como los síntomas
hacen la función de evitar el acceso a la consciencia, este síntoma termina
siendo una formación de esos retoños de lo reprimido.
En este punto tenemos también a la
vista, ello por medio de los lapsus, chistes, equivocaciones, sueños, etcétera,
la cancelación de la represión momentáneamente,
pues enseguida se restablece.
“No, sino que la presión exige un
gasto de fuerza constante; si cesara, peligraría su resultado haciéndose
necesario un nuevo acto represivo” (Freud, La represión, 1915). De esta forma
la represión ejerce una presión continua
en dirección a lo consciente, el mantenimiento de una represión supone
una continua fuerza, el sujeto tiene que hacer una contrapresión para mantener
el equilibrio.
Nos damos cuenta del fallo de la
represión cuando la pulsión ha podido salir y presenta angustia en la persona,
la intención de la represión es evitar cualquier displacer, al sentirlo el
paciente, percibimos, siguiendo a Freud, que la represión fracasó en su intento.
“Cada psiconeurosis acaso es singular
por un mecanismo represivo propio” (Freud, La represión, 1915). En esta
situación individual completamente, Freud nos dice que se dan formaciones
sustitutivas de la representación, donde cada sujeto asimila y deja registrada
la representación según como pudo asimilarla y adaptarla a su entorno, por ello
es más importante lo que hable el sujeto que lo que en verdad haya sucedido.
Con lo hasta aquí dicho, vemos como
quedan sometidas las pulsiones a la represión constante, con desplazamientos,
salidas momentáneas y síntomas como resultado de la tensión y lucha interna del
psiquismo, no por ello sin afectación del cuerpo en la mayoría de los casos:
“Si se tratase del efecto de un estímulo exterior, es evidente que la huida
sería el medio apropiado. En el caso de la pulsión, de nada vale la huida, pues
el yo no puede escapar de sí mismo” (Freud, La represión, 1915).
Regresando a la formación sustitutiva
de la cual hablé hace unos momentos, es importante señalar como puede
desplazarse este sentimiento de angustia vivido por la persona, dije que ese
sentir de angustia, nos daba la pauta para saber que la represión falló. Pero,
¿en dónde se plasma esta angustia suscitada? Freud nos muestra cómo la
encontramos en el miedo a un objeto o en una situación en forma de fobia; de
este modo, se sustituyó la representación, pero el displacer no se evitó en
modo alguno. Así, la finiquitación del monto de afecto que es la genuina tarea
de la represión, no se logró.
Llegamos entonces con todo lo dicho a
visualizar cómo se intenta, por todos los medios con los que cuente cada
sujeto, llegar a la cancelación; omisión, trasmutación, de esa representación
sometida en todo momento por la represión. Es así como cada retoño de lo
reprimido, nos da un indicio de lo que puede estar reprimido, pero de ningún
modo nos da la seguridad del cambio, sobre todo si el paciente no logra hacer
la experiencia en análisis.
“El psicoanálisis nos ha enseñado que
la esencia del proceso de la represión no consiste en cancelar, en aniquilar
una representación representante de la pulsión, sino en impedirle que devenga
consciente “ (Freu, Lo inconsciente, 1915).
Lo reprimido, pues, es una parte del
inconsciente y como tal es su contenido (pulsión-representación); son, por lo
regular, un asombro para la consciencia, ya que ésta siempre se siente
sorprendida, sacudida, afectada como por algo extraño y externo a ella, como si
eso que se le presenta y representa su palabra, fuera totalmente ajena. Y, nos
preguntamos, ¿hasta qué punto no lo es?
Es la palabrería del discurso del Otro lo que aprendemos, lalengua de la madre (Lacan); y solo cuando le damos palabra a esa representación que nos sacude, podemos hablar de algo personal.
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