Quiero empezar mi psicoanálisis

jueves, 15 de junio de 2017

Te falta mi falta



          En una sociedad infantilizada como la actual (perversa polimorfa) nos encontramos, como no, con la defensa de eso infantil a lo que no se quiere renunciar y que el propio contexto fortalece autorizando la, cuanto menos loca fantasía de: "Todo se puede". No pueden, en este caso, sorprendernos conductas como esta de la que vamos a hablar, que sin ser psicoanalistas uno ve en lo cotidiano.

          Uno de los rasgos que diferencia al infante del adulto es que se hace cargo de su falta, de ese agujero del que hablamos los psicoanalistas al que está condenado el humano en la cultura (civilización). Sólo con esta frase este escrito ya choca de bruces contra esa fantasía de la que hablaba antes y levanta resistencias aquí y allá. Lo malo de la fantasía es que también se choca de bruces contra otra cosa tan rechazada como la realidad; ese golpe es más fuerte y aparece la angustia, la angustia provocada por aquello de lo que el sujeto no se hizo cargo. Es ahí, normalmente cuando el paciente acude a consulta...

          Evidentemente los sujetos de una sociedad infantilizada (no todos) no desarrollan herramientas para hacerse cargo de su falta, de su angustia, de sus decisiones, de su vida, etc.., en definitiva de ser adulto. 

          Como parásitos, tratan de ejecutar lo que el sistema les prometió (estafó) con el mensaje de "Tú, todo lo puedes", paradójicamente por ir en contra de la realidad y vivir en su walt disney particular no lo pueden nada y todo les puede. Entonces se trata de que la falta la pague el Otro, ¿Quién es el Otro con mayúsculas? Todo otro en el que se deposita que lo puede todo como el papá que dispone siempre en la fantasía de un niño pequeño.

          Que mis padres paguen, que mis amigos me den porque lo necesito, que se aparte ese coche porque llego tarde, que mi infracción la pague el otro, que el médico me cure, que mi casa me la de el gobierno, que yo no puedo...que me dijeron que todo se podía. Así nos encontramos sujetos gozosos y gozantes de la queja, la súplica y el sometimiento que no pueden acceder a ser reyes porque no están dispuestos a renunciar a ser príncipes.

          Nos encontramos esto en las consultas, donde también se nos demanda ser amos del otro y, obviamente lo esquivamos como podemos, con arte, en vez de acceder a la petición enfermante de mentirle al sujeto y decirle quien es con test y diagnósticos. Más bien tratamos de que en su discurso aparezca quien sí puede ser y él nos diga y demuestre, desde su deseo que el discurso de "yo no puedo" estaba en su boca pero no en su corazón, no era suyo sino de ese Otro que le da para que no se, justamente, un sujeto de su historia que decidió que su pasado no se convertiría en su futuro.

Luis Martínez de Prado.
Psicólogo - Psicoanalista - Formador


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