Quiero empezar mi psicoanálisis

domingo, 4 de marzo de 2018

La histeria III: La coleccionista



                                                              

                                          "No puedo pensar  en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de protección de un padre"

Sigmund Freud.



               En los anteriores escritos sobre la histeria (La histeria I: La mirada que me permite mirar hacia atrás y La histeria II: Derribando los muros del hombre para sostener a otro), hablamos de como la personalidad histérica vira constantemente hacia atrás para transgredir el edipo y quedar enganchada a la figura paterna. Para conseguirlo tiene la opción de varios mecanismos en juego y como en una partida de ajedrez, distintas piezas a las que sacrificar para lograr su objetivo.

               Hay que entender que la relación histérica-padre hay dos vías de enganche, una seducción paterna y una querencia inherente a fijarse al padre además de una respuesta a esa seducción. Es decir, como todo sujeto, vamos a intentar quedarnos con aquello que no pudimos, con esa figura que no se puede, pero toda figura que no se puede tener también quiere romper el edipo y tener a quien le quiere tener. Donde esto se dispara y el padre muestra la necesidad de quedarse con ese objeto, dicho objeto, que viene de serie con esa querencia se hará adicto a esa mirada que le desea. Como decía hay una reciprocidad y una seducción bidireccional. Lo paterno en estos casos puede disparar la histeria y como el camello generar una adicta a él mismo, lo cual colma el narcisismo de él. La psique no da puntada sin hilo y en todo síntoma, conducta, etc, hay que preguntarse por la historia y la lógica de lo que está pasando.

              Decíamos entonces que hay varios mecanismos para llevar a cabo este encuentro edípico una y otra vez. Hoy hablaremos de "la coleccionista". Sí, no siempre será "la", no están libres los hombres de hacer eso, sin embargo, como la histeria, va a ser más habitual en las mujeres ya que los hombres tienen una estructura y conductas más obsesivas.

               ¿Qué es lo que va a coleccionar? Como siempre miradas, miradas de deseo, esas donde el narcisismo se infatúa como si fuese un tanque de gasolina que se va llenando y la aguja sube al máximo nivel. Todos queremos ser deseados, obviamente. El tema está en como cada uno se pone en juego para conseguir esas miradas y el precio que está dispuesto a pagar, vestir con poca ropa, ponerse el pelo verde, comprarse un Ferrari, subirse a bailar en una plataforma, convertirse en el mejor en algo, etc...

               En este caso la persona se va a rodear de miradas de esos hombres (también mujeres a veces pero juegan otro papel en la escena) que las quieren "tener", que las desean y se desencadena ese proceso que llamaríamos el cortejo y la escena de seducción por parte de los dos. pero surge un problema. La histérica no busca el deseo hacia adelante sino hacia atrás, no quiere tener a ese que le quiere tener y que se esfuerza en seducirla porque ella volver con papá. Las miradas de deseo producen una satisfacción en ella, en su narcisismo, por eso las quiere, porque entre otras cosas le ayudan a sobrellevar la renuncia al deseo hacia adelante y porque le demuestran que ninguna es tan potente como la de la figura que inconscientemente ama, las necesita, por eso las busca, y e aquí la confusión. Aquí es donde esos seductores se convierten en eso que llaman ahora "pagafantas", porque ante la insuficiencia de sus actos para conquistar a la histérica sienten que deben dar más, darlo todo si hace falta, porque el carácter obsesivo-masculino simplemente funciona así, si con dos no vale subiré a cuatro, a ocho, a diez, a todo... pero la histérica necesita su deseo insatisfecho como en aquel sueño que analizaba Freud donde la frase que sustraía era: Quiero caviar pero no me lo compres". Donde se juntan la imposibilidad del obsesivo con la insatisfacción de la histérica pueden pasar muchas cosas, incluso una pareja que funcione, aunque cueste creerlo, pero donde el síntoma desborda, aparece la angustia, no puede ser de otra manera.

               Así, la histérica coleccionista puede rodearse de uno o de muchos hombres que "no la pueden tener" para ella prometerse con el padre y repetir una y otra vez fracasos amorosos que parece que justifican que nadie la va a querer como él. No se equivoca, y es que lo edípico es tan inmenso, como todo lo infantil, que nada le hará sombra nunca, pero que atravesando el edipo y sabiéndose en falta es cuando podrá construir algo real. Sí, real, porque la trampa de todo esto es que al padre ni le tuvo ni le podrá tener nunca tampoco, sólo tuvo la fantasía de un imposible al que se hizo adicta. Luchará contra la realidad una y otra vez y conscientemente se preguntará qué demonios les pasa a los hombres, por qué se le repite siempre lo mismo, por qué se enamora de quien no le quiere y desprecia a quien sí, por qué se lleva mal con otras mujeres, que por supuesto detectan esto y la rechazan, sobre todo las novias de amigos y conocidos que se percatan de esta red seductora masiva como si de una de pescar peces se tratara y ven peligrar sus relaciones; pero inconscientemente tendrá todas las respuestas de preguntas que son para ella misma y no para el otro.

               Con eso se encontrará en un análisis, con ella misma y con su repetición, y rompiéndola podrá construir hacia adelante eso que anhelaba reconciliándose con la realidad.

Luís Martínez de Prado.
Psicólogo / Psicoanalista / Formador. 

Director de: www.psicocatedra.es

Consulta: (34) 686 77 41 39 / psicodinamika@gmail.com / Skype: psicodinamika www.psicodinamika.blogspot.com

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