Quiero empezar mi psicoanálisis

lunes, 11 de septiembre de 2017

Diferencias entre psicoanálisis y otras corrientes de la psicología II: El fantasma

               


               Este artículo valga la redundancia se articula con el anterior: "Diferencias entre psicología y psicoanálisis I: Lo simbólico,"  que se recomienda leerlo primero. En él se hablaba de cómo el ser humano habitaba lo simbólico y por tanto los síntomas son un símbolo de otra cosa. 

               Otra diferencia importante entre el psicoanálisis y las demás visiones de la psique es lo que a partir de Jaques Lacan llamamos fantasma. Eso nos lleva inmediatamente a hablar de repetición. Un fantasma es algo que se repite. A nivel de la psique cuando una escena se repite nos va a remitir al fantasma, a la escena fantasmática. 

               Lo originario de esta escena (y ahora se entenderá porque nos va a llevar siempre a mirar hacia el pasado) está en el origen del aparato psíquico del sujeto. Cuando este aparato psíquico está en formación se van a fijar pulsiones con objetos (cosas o personas), formas de goce y escenas de amor. Vamos a centrarnos en qué es eso de las escenas de amor:

Como decía en el escrito anterior, somos del Otro que nos nombra (a través del lenguaje) y no sólo nos nombra, también nos fantasea y se forma una imagen de nosotros incluso antes de que nazcamos. Esta fantasía produce una satisfacción en quien fantasea y es que somos el deseo del Otro. Evidentemente esta fantasía nos va a condicionar en mayor o menor medida, puede ser de forma muy patológica o no pero lo que es seguro es que sin esa fantasía no se nace, no se es; y como sujetos necesitamos rellenarnos de narcisismo a partir de encajar de alguna manera en esa fantasía narcisista del Otro.

Obra de teatro: Bona gent.
               Entonces, al nacer el sujeto va a ser insertado en una escena, que siempre es de amor. Mamá y papá tienen un vínculo de amor y el niño/a viene a ser un personaje de esa escena y a cumplir una función. Ver: Somos como nos quisieron. De esta forma hay una escena previa a la que el sujeto se incorpora, donde se facilitan una serie de objetos para que se conecten las pulsiones, donde se goza de ser querido de una determinada manera, donde se concibe el amor de una determinada manera (como mamá y papá se aman), donde el resto de personajes de la familia también van a ocupar un lugar en la escena. Esta escena, para que nos entendamos, sería para el sujeto la realidad... la única realidad, que es la que pudo ver a través de los ojos de quien se la enseñó: La madre. No puede ser querido de otra manera porque sólo existe esa manera que aprendió, no puede vincularse de otra manera porque sólo puede vincularse de la manera que le vincularon, no puede satisfacerse de otra manera porque las pulsiones se conectaron de una forma determinada dentro de los límites que esa escena/realidad le proporcionaba. Por eso nos encontramos después con personas que no pueden, por ejemplo, renunciar a una escena de maltrato, porque sólo saben ser queridos de esa manera y lo que no es eso no es amor, para ellos renunciar a lo que les enferma es renunciar al amor.

               Esta escena se convierte en algo que el sujeto lleva puesto encima y cuando salga de la familia al mundo va a representar esta escena de forma simbolica (Es aquí donde hay que entender el artículo anterior) y todos los vínculos que genere van a venir a ser sustitutos de estos actores principales que ya se han creado (y cuando tenga hijos van a responder a una fantasía creada también a partir de esta escena y van a venir a cumplir una función... y así tenemos el circulo completo). 

               Cada nuevo vínculo, que puede ser un amigo, una pareja, un trabajo, un jefe, un profesor, un psicoanalista, etc... va a venir a ocupar un personaje dado de antemano y como es lógico se van a vincular con ese personaje de la forma aprendida. Esos personajes nuevos, por sus características se van a asociar a los personajes dados por similitudes, es decir, un policía o un profesor, si para el sujeto representan la autoridad, se van a asemejar a quien antes la representó. Así vemos como hay quien siente que tiene cerca una autoridad y automáticamente quiere revelarse y atacar, o siente miedo, o los quiere derrocar.

               En el amor va a pasar lo mismo, a la hora de construir una pareja va a representar lo que ya conoce, a repetir el modelo. Si el modelo es patológico o dicho más simple, si el modelo produce un goce inconsciente pero una insatisfacción consciente el sujeto se angustiará y fracasará en su deseo. El problema es que lo repite de forma inconsciente, de forma camuflada y sólo con una escucha entrenada en esto podrá hacer consciente lo inconsciente y mediante transferencia (Será otra de las diferencias que explicaré en otro escrito) aprehender que otra forma de amor es posible, que otro escenario es posible y que su pasado no tiene porqué convertirse en su futuro. Si no tenemos en cuenta al sujeto (lo simbólico, busv¡cando qué se repite, de qué goza, que está expresando...) y escuchamos sólo la forma consciente sólo podríamos adaptarle al goce, o sea enfermarle, consiguiendo, en esta era de tratar de dar más capacidad al yo, hacer a los sujetos más capaces de enfermar, más capaces de sobrellevar la enfermedad, de estar insatisfechos y más enfermos.

Luís Martínez de Prado.
Psicólogo / Psicoanalista / Formador.


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