En
aquellos tiempos (finales del s. XIX), la hipnosis ya se podía ver en
espectáculos como ahora. Pero unos pocos
y audaces médicos, asegurándose la crítica y el rechazo de parte de la
comunidad médica y científica se atrevieron a usarla en sus consultas. Como nos
cuenta James Strachey en su introducción a los trabajos sobre hipnosis de Freud (AE.I-pág.70)*, éste se convenció
de que la hipnosis era real siendo aún un estudiante de medicina en un
espectáculo llevado a cabo por Hansen “el magnetista”, tomó también
conocimiento de la misma a través del que sería su futuro colaborador Josef
Breuer (1.842-1.925), profesor suyo y con el que después elaboraría en 1.895 los
Estudios sobre la histeria (AE.2),
quien utilizaba la hipnosis con algunos de sus pacientes.
Freud
siempre destacó como investigador por preguntarse más allá de lo evidente, más
allá de los métodos tradicionales y más allá de su época, y a pesar del rechazo
de la hipnosis por parte de algunos de los pesos pesados de la medicina de
entonces como el profesor Meynert (1.833-1.892), prestigioso psiquiatra y
neurólogo con el que Freud colaboró, partió a Paris con una beca concedida por
la universidad para aprender en la Salpetriere de la mano de Charcot
(1.825-1.893), que era un pionero en el uso de la hipnosis y la sugestión en la
clínica, así como en la investigación y tratamiento de una enfermedad tan
enigmática como abandonada como lo era la histeria. Hipnosis, sugestión e
histeria fueron de la mano durante un buen trecho y se articularon con lo que luego
fue el psicoanálisis. A través de la histeria se descubrieron procesos,
representaciones y síntomas que parecían estar fuera del alcance de la
conciencia. En la Salpetriere estudiaron esta enfermedad y la hipnosis de forma
científica y a niveles físico, psíquico, neuronal y fisiológico, procedieron a
inducir a los enfermos a estados hipnoides y descubrieron que determinadas
afecciones físicas como parálisis y dolores se anulaban mediante sugestiones en
estos estados (algunos efectos de las sugestiones solo se mantenían en la
hipnosis y otros se permanecían después). Estos métodos de trabajo eran
mostrados por Charcot con demostraciones en público ante la atenta mirada de
sus alumnos, entre los que estaba Freud, exponiendo dudas propias, respondiendo
preguntas y construyendo un saber común entre todos. Freud nos cuenta como
Charcot divagaba en alto para que todos pudieran entender sus razonamientos,
una humildad pedagógica que fascinó le fascinó, y durante su estancia en París
dio prioridad a las clases de Charcot y a sus reuniones, algunas en su propia
casa. Es aquí probablemente donde Freud empezó a alejarse de la neurología para
acercarse a los procesos psíquicos.
Tras
6 meses volvió a Viena y se cree que estuvo aplicando la hipnosis en clínica
durante aproximadamente 10 años (1.886-1.896). En sus trabajos sobre hipnosis
tuvo que defenderse de muchas críticas que le venían desde la comunidad
científica. Muchas de estas provenían del escepticismo de la época y de
personas que poco o nada habían practicado la hipnosis. Se la acusaba de que
podía ser perjudicial y que podía llegar a producir una psicosis experimental,
incluso llegaron a calificar la hipnosis como histeria artificial o delirio
artificial. Freud desmintió esto argumentando que la hipnosis era inocua
comparándola con el dormir, ya que eran estados muy similares, por lo que no
entrañaba ningún peligro. Desde su perspectiva también el dormir era un estado
psicótico, refiriéndose a la evasión de la realidad que se produce, accediendo
al mundo simbólico de los sueños, donde el inconsciente toma el control durante
unas horas. Freud destacó en su Reseña de
August Forel en 1.889 (AE.I-pág.101) que cualquiera de las críticas que se
le hacía a la hipnosis se le podía hacer a cualquier tratamiento donde se
produjese abuso o fallase la pericia del médico, como podía ser recetando una
dosis de medicamento inadecuada, no pudiéndose decir por eso que el medicamento
era dañino. Aprovechó en este escrito para indicar que los médicos que
quisieran aplicar la hipnosis tendrían que formarse en este arte como en
cualquier otro para poder dominarlo.
Otra
crítica que se hacía contra la hipnosis era que los pacientes podían llegar a
volverse en exceso sugestionables y caer rápidamente en estado hipnoide ante
cualquiera quedando a su merced. Freud nos muestra que la sugestión está
continuamente presente en el tratamiento médico, cuando el médico receta un
receta o practica un tratamiento a su paciente, éste ya está siendo
sugestionado por la palabra del médico, y por la atmósfera sugestiva que le
rodea, cuando el médico dice: -“Tomándose esto se va a curar”-, evidentemente
tiene más peso que si lo dice el camarero del bar donde toma café (aunque
siempre dependerá de lo que la persona represente para el sujeto). Esta atmósfera
sugestiva es lo que Jacques Lacan (1.901-1.981) después llamará “semblante”,
ante el cual el paciente atribuye al médico un saber por la posición que ocupa.
No solo el médico sugestiona, también el profesor a sus alumnos, el cura a sus
creyentes, el ídolo a sus fans y sobretodo nos sugestionan nuestros padres o
figuras primordiales. Los padres nos enseñan la realidad y de hecho durante un
tiempo no conocemos otra cosa que el mundo a través de ellos. Nos transmiten
miedos, normas, nos enseñan cómo sobrevivir y manejarnos a través del
aprendizaje. Dependemos de este aprendizaje, sabemos que no tenemos que meter
los dedos en un enchufe porque lo hemos aprendido, sabemos que no podemos
cruzar con el semáforo en rojo porque nos lo han enseñado, y un largo etc..,
por eso a mi personalmente me sorprende que hoy en día muchas personas duden de
la autenticidad de los procesos sugestivos cuando los seres humanos estamos
programados para ser sugestionados. Cualquiera que encienda la televisión o la
radio puede comprobar cómo las empresas tratan continuamente de vendernos sus
productos a través de la sugestión, utilizando el semblante de médicos que nos
recomiendan un remedio que según ellos es el mejor para determinado problema,
dentistas que anuncian una gama de productos de la marca que se supone que
ellos utilizan, deportistas que nos recomiendan las prendas deportivas de la
marca que les patrocina, buscando que nos identifiquemos con nuestros ídolos y
por ende nos vistamos igual, o a que a través de condicionamiento hagan que
asociemos el uso de un determinado producto al éxito, la felicidad, la salud, etc
(el uso de un perfume que atraerá a todas las mujeres). Como vemos la sugestión
está a la orden del día en el mercado publicitario, pero también opera a través
de la religión, la política, la moda, etc.
Ante
la otra crítica que comentaba, la de que la persona podía llegar a caer en
estados hipnóticos con extrema facilidad y provocados por cualquiera, Freud
ofrece la fácil solución de que el médico sugestione al paciente para que sólo
ante dicho médico pueda ser hipnotizado.
Freud
sentía ciertas limitaciones en su manejo de la hipnosis, lo que le llevó a
acudir a perfeccionar su técnica a la escuela de Nancy con Berheim
(1.840-1.919), que también había sido alumno de Charcot y con su maestro
Liébault (1823-1904), pionero en la aplicación clínica de la hipnosis.
Las
dos escuelas mencionadas, Salpetriere y Nancy ejercieron una fuerte influencia
en Freud, quien tradujo trabajos al alemán de ambas, pero entre ellas
comenzaron a surgir diferencias teóricas notables y sobretodo una en particular
que las opositaba y que posicionaba la hipnosis y la sugestión en lugares
conceptuales diferentes. Mientras que Charcot sostenía que la sugestión era una
forma moderada de hipnosis, Berheim creía irrisoria esta hipótesis y afirmaba
que la hipnosis era un producto de la sugestión. Freud no estaba al 100% de
acuerdo con ninguno de los dos pero se acercaba más a la opinión de Berheim. Quizá
la postura de Berheim la podamos entender mejor si pensamos en las
autosugestiones, que él mismo trabajó. Pensemos en como la persona que quiere
conseguir un determinado estado de concentración para realizar una actividad,
cierra puertas y ventanas para aislarse del ruido y de las distracciones,
enfoca la luz hacia el libro o actividad en cuestión para focalizar su atención
también en ella, se mentaliza de que otros asuntos no le asalten la mente para
poder implicarse al máximo en la tarea, es decir, por medio de autosugestiones
está intentando entrar en un estado de concentración. Mejor se ve en lo que
solemos hacer todos cuando nos vamos a dormir, que en algunos casos es casi un
ritual: nos vamos relajando, apagamos luces poco a poco, poniéndonos cómodos
vamos creando un clima adecuado y vamos retirando la libido del mundo que nos
rodea para redirigirlo hacia nosotros mismos, o lo que es lo mismo, nos vamos
sugestionando para dormir. El proceso con el hipnotizador sería similar, éste
le va diciendo al paciente que se relaje, que respire hondo y pausadamente, que
se imagine una escena particular, que deje la mente en blanco, y demás
sugestiones para inducir a la persona a un estado hipnoide. Desde esta óptica
pareciera que como decía Berheim la sugestión ha provocado después el estado de
hipnosis. Pero puede que este proceso no se de siempre de la misma manera,
pensemos en los casos en los que se cae en estados hipnoides involuntariamente
sin que se le haya ordenado o a través de drogas, parece que la hipnosis ahí se
ha producido antes de cualquier proceso sugestivo y ha dado el terreno apto
para la sugestión posterior, lo que se acercaría más a la hipótesis de Charcot.
Mientras
se producía esta disputa entre las dos escuelas principales Freud parecía más
interesado en seguir mejorando sus métodos y profundizando en la hipnosis como
tratamiento, y es aquí donde vuelve a entrar en escena Breuer, que estaba
desarrollando el método catártico, a través del cual se buscaba en la historia
del sujeto el trauma que había quedado bloqueado, tornándose nocivo para la
persona y predisponiéndolo para la neurosis. Trayendo los recuerdos traumáticos
a la conciencia y tramitándolos se trataba de producir la abreacción, que
consistía en revivir el contenido bloqueado junto con el afecto que provocaba
para poder tramitarlo y superarlo. Dicho contenido podía estar muy oculto, por
lo que Freud y Breuer trataban de acceder a ellos por medio de la hipnosis,
incluso utilizando regresiones hipnóticas. Una nueva crítica se realiza contra
este procedimiento, cuestionando la autenticidad de estos recuerdos. No en
todos los casos se puede comprobar la autenticidad de los mismos, pero Freud sostiene
que aunque no fueran correctos, si aparecían en ese momento ante el reclamo del
médico era por algo, y no dejaban de ser importantes y necesaria su escucha y
su trabajo.
Desde
los comienzos de su etapa con el uso de la hipnosis clínica, y durante todo
este periodo Freud se fue encontrando con diversas dudas ante las dificultades
y limitaciones de ésta. En conjunto, esas limitaciones fueron las que le
empujaron a abandonar la hipnosis, y no fue como reza el viejo tópico de que la
abandonó por ser un mal hipnotizador. En sus Cinco conferencias de introducción al psicoanálisis de 1.910
(AE.XI-pág.19) dice: -“La hipnosis pronto
empezó a desagradarme como un recurso tornadizo y por así decir místico; y
cuando hice la experiencia de que a pesar de todos mis empeños sólo conseguía
poner en el estado hipnótico a una fracción de mis enfermos, me resolví a
resignar la hipnosis.”-
Freud
consiguió muchos éxitos con la hipnosis, pero también se dio cuenta de que no
conseguía hipnotizar a muchos pacientes, unas veces por la técnica (de ahí que
él mismo se confesase como un mal hipnotizador) y otras porque simplemente
había personas a las que no se las podía hipnotizar, otras eran hipnotizables
pero difícilmente sugestionables, y en numerosos casos el proceso completo, si
es que llegaba a producirse era sólo a través de numerosos intentos, lo que
agotaba a médico y a paciente y ponía en juego la confianza en el método y en
el profesional. Freud nos cuenta como en muchos casos los síntomas volvían y
había que reforzar la sugestión una y otra vez, alargando el proceso de cura,
lo que no ofrecía ninguna ventaja frente a otros tratamientos. Se le podría
hacer la misma crítica que al conductismo de hoy día, a saber, que ataca a los
síntomas y se olvida de los procesos patológicos que operan desde el
inconsciente. Pero Freud nos demuestra en sus trabajos escritos que no se
llevaba a engaños cuando decía que por más que se quitara un síntoma, si lo que
lo provocaba permanecía activo, conllevaría nuevos síntomas. Él mismo se
defiende en su trabajo titulado Hipnosis (AE.I-pág.145)
en 1.891: -“Es injustificado el reproche
de que la hipnosis sólo cura síntomas, y aun a estos, por poco tiempo. Si la
terapia hipnótica sólo apuntara contra síntomas, y no contra procesos
patológicos, seguiría el mismo camino que se ven precisados a recorrer todas
las otras terapias. Si la hipnosis ha tenido éxito, la persistencia de la salud
dependerá de los mismos factores que si esta se hubiera obtenido de cualquier
otra manera. Si estaban en juego fenómenos residuales de un proceso ya
transcurrido, la salud será duradera; si las causas que produjeron los síntomas
patológicos persisten con su no disminuida fuerza, la recidiva es probable. En
ningún caso la aplicación de la hipnosis excluye la de una terapia diversa...”-
Por lo que nos dice aquí Freud se infiere que iba más allá de la simple
sintomatología y que indagar en la historia del sujeto en pos de encontrar
nexos patológicos con la neurosis que sufría no era sino una meta volante más
en el recorrido que después le llevó a inventar el psicoanálisis, abandonando
la hipnosis por lo mismo que acudió a ella y por, como comentaba al principio,
preguntarse una y otra vez más allá de lo conocido.
Otra
dificultad que se encontró fue que los pacientes levantaban muchas resistencias
a la hora de curarse, les costaba mucho renunciar a su enfermedad. Observó
también que los estados hipnóticos más profundos de obediencia plena que
Charcot bautizó como “Grand Hypnotisme” eran muy escasos y que por lo general a
los pacientes no se les podía inducir a nada que ellos no querrían hacer. En el
prólogo que realizó en 1.888 a la traducción del libro de Berheim De la suggestion (AE.I-pág.86) dice: -“En efecto, la sugestión no puede
producir algo diverso de lo que constituye el contenido de la conciencia o ha
sido introducido en ella.”-
Todo
este cúmulo de problemas hicieron que Freud, casi sobre la marcha empezase a
usar la atmósfera sugestiva del consultorio de forma diferente. Renunció a
seguir intentando inducir a estados hipnoides a los pacientes a los que no
conseguía hacerlo, y comenzó a usar la “técnica de la presión sobre la frente”,
encuadrada en un estado de concentración similar al de la hipnosis y dentro de
la utilización del método catártico. Con esta técnica Freud intentaba que el
paciente sacase a la luz los recuerdos inconscientes para que así se pudiera
realizar la abreacción. Él decía algo así como: -“voy a presionar con mi pulgar su
frente y acto seguido se le vendrá a la cabeza la información requerida, diga
usted lo primero que se le venga a la cabeza”.- Este método sin duda sería
precursor de su sustituto, “la asociación libre”, mediante la cual se intenta
que la persona, ante la premisa de “le escucho” o “¿Qué se le ocurre con eso?”
hable de lo primero que se le pase por la cabeza de manera que el inconsciente
haga presencia a través del lenguaje. La diferencia entre la hipnosis y la
asociación libre sería que mediante la primera, el hipnotizador trata de sacar
algo del inconsciente del hipnotizado, mientras que en la segunda es el
paciente el que intenta sacar parte de su inconsciente a relucir.
Tras
este recorrido desde la hipnosis hasta la asociación libre vemos que la
hipnosis proporcionó varios elementos al método psicoanalítico. Uno de ellos el
diván, Freud nos dice en su trabajo titulado Sobre la iniciación del tratamiento 1.913 (AE.XII-pág.135): -“Mantengo el consejo de hacer que el
enfermo se acueste sobre el diván mientras uno se sienta detrás, de modo que él
no le vea. Esta escenografía tiene un sentido histórico: es el resto del
tratamiento hipnótico a partir del cual se desarrolló el psicoanálisis. Pero
por varias razones merece ser conservado.”- Y es que cuando el enfermo se
acuesta en el diván (no en todos los casos es más adecuado el diván que sentarse
cara a cara) ayuda a que se relaje y bajen las resistencias de forma que sea
más propicia la asociación libre, y facilite un estado de concentración similar
al hipnótico, estando el paciente menos condicionado por la mirada del analista
pero no por ello menos soportado por él, guiándole en la sesión como si fuese
la escena típica del niño que empieza a pedalear sin ruedines sin miedo porque
sabe que si pierde el equilibrio su padre, que corre junto a él, le
sujetará.
En
las Conferencias de introducción al
psicoanálisis 1.916-17 (AE.XVI-pág.421) dice sobre la hipnosis: -“Tenemos derecho a proclamarnos sus
legítimos herederos, y no olvidamos todo el estímulo y todo el esclarecimiento
teórico que le debemos.”- Gracias a la hipnosis se pudo comprobar la
existencia de un estado diferente a la conciencia normal (deuda compartida con
la histeria), con el que se podía trabajar, que tenía una gran capacidad de
almacenamiento y que guardaba recuerdos no tramitados conscientemente que
empujaban hacia la neurosis. Por eso considero importante que tanto médicos
como psicoanalistas se formen en los procesos hipnóticos y sugestivos, cosa que
por desgracia se está dejando de hacer, para que puedan asomarse al
inconsciente desde diferentes ópticas y comprueben su existencia, ya que hay corrientes
que aun hoy no lo reconocen.
A
través de la hipnosis Freud también pudo darse cuenta de lo que luego se
llamaría goce inconsciente, al comprobar como mencionaba antes, que a los
pacientes les costaba mucho renunciar a la enfermedad, o lo que es lo mismo,
que algún beneficio les otorgaba este padecimiento. Así como pudo también
comprobar la fuerza de las resistencias, contra las que también tendría que
luchar después en la terapia psicoanalítica.
Hoy
en día, si bien no se usa generalmente la hipnosis en el psicoanálisis clínico
(aunque depende de cada profesional), no se ha abandonado totalmente, se usa en
ciertos casos puntuales, por ejemplo, como me comentaba un psicoanalista hace
poco, que tenía un paciente que presentaba unos dolores de cabeza muy intensos
en sesión que no les permitía trabajar. Aplicaba la sugestión hipnótica para
eliminar el dolor y proceder con la sesión. Así, la hipnosis puede ser útil en
según qué casos, sabiendo cómo y cuándo es efectiva y conociendo los límites de
esta antigua técnica, que espero este texto ayude a delimitar.
La
terapia congnitiva-conductual utiliza también en ocasiones la hipnosis en
diversas técnicas de relajación y aplicando a veces ciertas sugestiones.
En
muchos círculos se duda aún de la existencia de estos procesos hipnóticos y
sugestivos, pero es muy fácil encontrarlos en la vida cotidiana, Libeault decía
que la hipnosis sólo se diferencia del dormir en que la persona permanece
despierta y atenta ante la persona que le indujo el sueño. Se me viene a la
memoria la típica escena que cualquiera habrá visto repetida de quien se queda
dormido con la televisión encendida pero inconscientemente permanece atento a
ella, de tal forma que si se apaga se despierta. Podemos pensar también en un
concepto tan extendido actualmente como es el “Estado de flujo”, propuesto por
Mihály Csikszentmihályi en 1.975. Este estado consiste en una concentración e
implicación total de una persona en una tarea en la que está totalmente
inmersa, esto es habitual en músicos, artistas, estudiantes, deportistas (estar
en la zona), o incluso en actividades cotidianas. Dicho estado se llamó de
flujo por ser descrito como una corriente que llevaba a la persona hacia
adelante y era absorbido por una actividad. Parece que guarda muchas
similitudes con los estados hipnoides de los que venimos hablando. Pensemos
también en los estados que se alcanzan a través de la meditación.
Sobre
la sugestión, ya se han dado numerosos ejemplos en este escrito, pero voy a
concluir con uno más que nos dejó el propio Freud, y que no es otro que el que
se da en el amor, así en: Tratamiento
psíquico del alma de 1.890 (AE-I-pág.127) sostiene: -“Una credulidad como la que el hipnotizado
presta a su hipnotizador sólo la hallamos en la vida real, fuera de la
hipnosis, en el niño hacia sus amados padres; y una actitud semejante de la
vida anímica de un individuo hacia otra persona, con un sometimiento parecido
tiene un único correspondiente, pero válido en todas sus partes, en muchas
relaciones amorosas con entrega plena. La conjunción de estima exclusiva y
obediencia crédula pertenece en general, a los rasgos característicos del
amor.”-
Luis Martínez de Prado.
Psicólogo / Psicoanalista.
Arte: David Ope
* Amorrortu editores. Nº de tomo. Número de página.
No hay comentarios:
Publicar un comentario